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Corrían los años treinta del siglo XVI cuando varios carretones llegaron a la puerta de la casa que el médico Monardes tenia en el Azofaifo, al lado de la actual calle Sierpes(…)

Este viaje era especial. El enorme cajón que le había llegado contenía una anaconda viva.(…) Nadie se explica cómo fue, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió a la jaula, la anaconda y las crías ya no estaban, todas se habían esfumado.
Al poco de escaparse la enorme serpiente, comenzaron a desaparecer niños por el centro de Sevilla. (…) A nadie se le ocurría pensar que esas desapariciones de jóvenes igual tenían que ver con las ordenanzas reales que de tiempo en tiempo hacían los reyes para capturar y detener a los pobres que deambulaban por la ciudad. Las autoridades necesitaban atender con urgencia la enorme demanda de personal que exigía la cada vez más numerosa flota naval de España y no se andaban con chiquitas: sin contemplaciones hacían desaparecer a los jóvenes de los pueblos y ciudades de Andalucía.

En esas preocupaciones andaba el médico cuando se acordó de Oliva Pedraja, antigua esclava que había vendido a los Welser, los de las Almonas de Triana. Era muy especial con los animales y las plantas. Gracias a su abuelo el griot africano y a su mamá, había adquirido conocimientos profundos. Monardes pensó que quizás ella podría solucionarle el problema y la mandó llamar. Oliva intuía para qué la llamaba su antiguo dueño. Recolectando hierbas en la orilla del Tagarete, cerca de San Bernardo, había visto a la anaconda escondida en el fango. Oliva acudió a la cita con Monardes acompañada de su amiga La Marqués. (…) En seguida, Pedraja se dio cuenta de que la anaconda había parido. Por los restos del parto, Oliva calculó que podían ser como unas treinta las crías. Descubrió el agujero por el que escaparon. Oliva lo conocía bien, daba a las alcantarillas de la ciudad. (…) Oliva se dirigió al doctor y le dijo que por supuesto ellas tenían la solución para acbar con el problema, pero que no moverían un dedo hasta que no tuviera la carta de libertad en sus manos, hasta que dejara de ser esclava. (…) Monardes tenía mucho dinero y estaba dispuesto a gastarse lo que fuera. Esa era la mejor solución, pensaba el médico.(…)

La Marqués y Oliva continuaron con los preparativos de su plan. Acabarían con la anaconda gigante y de camino con las crías antes de que crecieran más. Construyeron con maderas y púas de palmas una especie de pez bomba con andas en su interior y gruesas espinas en el exterior. Era como un gran carro de carnaval que ellas portaban introducidas en él. El carro-pez con sus púas les serviría de protección en el recorrido para buscar a la anaconda.(…) A la vez, fueron preparando con mucho cuidado un veneno mortal. (…) Con esa mezcla hicieron treinta bolas de carne que apretaron, amarraron bien y apartaron. (…)

Cargaron todo en el carro-pez y esperaron hasta la tarde para salir. Habían calculado el tiempo para llegar por los túneles del subsuelo de Sevilla hasta la salida al río Tagarete justo antes de que anocheciera. Cuando llegó la hora de salir en busca de las serpientes, las negras se untaron bixa en sus caras. (…) Con sus avíos, antorchas y machetes se pusieron en marcha camino del Tagarete. Lo hicieron desde dentro de la casa de Monardes, el mejor camino para ir cercando a la anaconda. (…) A medida que iban avanzando por el subsuelo sevillano, las negras iban sellando los caminos que aparecían en los cruces con otros túneles. (…) Cuando la anaconda hizo intento para aproximarse al carro-pez, las negras tiraron al interior del túnel los huesos con la carne y el brebaje que hicieron. (…) Rápidamente las negras salieron del carro-pez y sellaron con el resto de mejunje de la cántara la entrada del túnel. (…) La anaconda pudo llegar por el túnel hasta la altura de la plaza de San Francisco. Allí murió. Justo donde se iniciaba la calle Sierpes, la cárcel de Sevilla y el Mesón de los Perdidos, el lugar donde llevaban presos a los cimarrones, los negros que se escapaban de sus dueños.

Subido por Dámaris G. participante del Espacio de trabajo colaborativo para De biografías y videografías. Fuente: relato tomado del libro «Las Negras de la Inmaculada» de Jesús Cosano.

Cuadro de Jesús Cosano, Las negras de la Sierpe