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Este corto ha sido realizado por el alumnado del IES Diamantino García Acosta, siguiendo la técnica stop motion, y a partir del siguiente relato extraído del libro «Las negras de la Inmaculada» de Jeús Cosano.

San Bernardo y alrededores estaban plagados de mesones, tabernas y ventas; el mesón de las Tablas, la taberna del Cantillo, la casa de María Morena, la de las Beatas… Una de ellas, la que estaba más cerca del jardín botánico y del Hospital de los Negros, era la que tenía y gestionaba La Marqués: la Venta de la Negra. Se llamaba igual que la que había en la orilla del Guadalquivir cerca de Puebla del Rio, la que era famosa por ser muy frecuentada por los señoritos de Sevilla, las tusonas y los marineros de las naos que allí recalaban. En la venta de La Marqués eso no ocurría. Allí la mayoría de las que acudían eran las negras y mulatas de Sevilla. La Marqués, negra centenaria de San Bernardo, era la encargada de la venta y de despachar remedios para todos. Más de cien años tenía cuando llegaron los toreros a saludarla. (…)

A veces hablando con su gente entre bromas y veras, La Marqués comentaba que era la madre de leche de media Sevilla y que entre la leche materna que las negras daban a los blancos y el incremento de la población mulata en España que las relaciones obligadas entre los propietarios y sus esclavas provocaban, había mucha más sangre negra entre los blancos de lo que ellos pensaban.(…)

La Marqués moría por sus toreros, los amaba desde que eran pequeñitos, cuando los cuidaba y les enseñaba. Y mira que le dieron lata. Fue nacer y ya eran aficionados a los toros.(…) En una ciudad donde solo una minoría (los hijos de los nobles, cabildos y mercaderes) podía tener acceso a algún tipo de formación, la existencia de la escuela en la venta de La Marqués, era un sorprendente oasis, un lugar único para la formación.(…)

Había en San Bernardo muchos padres que no eran libres, y algunos cuando llevaban a sus hijos al colegio, lo hacían con cadenas y argollas que los propietarios les ponían para que no se pudieran escapar durante el día. Además de cadenas y argollas, estaban marcados en las caras con la s y el clavo u otras señales que indicaban quién era su propietario.

Subido por Leo participante del Espacio de trabajo colaborativo para De biografías y videografías. Fuente: relato tomado del libro «Las Negras de la Inmaculada» de Jesús Cosano.

CRÉDITOS

Alumnado

Ada Álvarez Zapata
Noelia caballero Carrasco
Diana Fernández Amador
Gael Hernández Delgado
Paula Martín Jiménez
Andrea plopeanu
Sergio Pérez Salgado

Profesorado

Asunción Márquez Infantes

Intermedia Producciones

Tekeando