Seleccionar página

Este corto ha sido realizado por el alumnado del IES Diamantino García Acosta, siguiendo la técnica stop motion, y a partir del siguiente relato extraído del libro «Las negras de la Inmaculada» de Jeús Cosano.

Ordóñez de Ceballos (…) Decía que de todas las crueldades que había hecho en la vida, la que más le dolía era haber traicionado a Polonia, una bellísima negra cimarrona que conoció en Cartagena de Indias. El cura se había enamorado de la negra. Polonia había nacido en Córdoba, casi en la misma tierra del cura, la de Jaén. Era hija de una esclava negra y fue llevada de joven a Cartagena de Indias por sus propietarios. Allí se escapó de sus dueños y se hizo cimarrona.(…)

Por el año 1580, en Cartagena de Indias, Colombia, las autoridades estaban desbordadas. Los cimarrones incrementaban su número y las acciones de hostigamiento se multiplicaban a lo largo de todo el río Magdalena.

Esa gran autopista era la que debían usar las caravanas comerciales para ir poco a poco colonizando el inmenso territorio que hoy es Colombia. Desde el puerto debían recorrer kilómetros de manglares y selva para llegar al río Magdalena y toda esa región era controlada por los cimarrones.

El problema se hizo tan grave que las autoridades coloniales decidieron organizar un ejército para combatirlos. Esa fue la misión que encargaron a Pedro Ordóñez de Ceballos, que en Cartagena de Indias ejercía como una especie de mercenario actual.(…)

La sorpresa que se llevó Ceballos fue mayúscula. Tras días de andar por ciénagas, pantanos y manglares, los mercenarios se toparon con los cimarrones. Pero no eran hombres, sino mujeres cimarronas contra las que se enfrentaron. Luchaban con energía arrojo, mataron a varios de los soldados a los que les arrebataron las armas de fuego. Luchaban por su libertad con furia y valentía. Las negras les quitaban los arcabuces a los mercenarios y a golpes los mataban.

Polonia era la líder de aquellas cimarronas, multata alta, esbelta y de enorme belleza. El mismo Ceballos decía que «para ser negra era bastante guapa». Había nacido en Córdoba y con quince años sus propietarios la embarcaron para América. En Cartagena de Indias logró escapar junto a otras esclavas hacia los palenques del río Magdalena. Su bravura y ansias de libertad contagiaron al resto del grupo. Se organizaron para defenderse de los españoles. Ella misma dirigía el batallón de mujeres y en ese encuentro con los mercenarios de Ceballos, mató a varios, entre ellos uno de sus líderes: el portugués Bartolomé Pérez.

Mientras Polonia se deshacía de los mercenarios españoles, sus ojos buscban co intensidad a su jefe: Pedro Ordóñez de Ceballos. Agritos le llamaba «capitán traidor cordobés». Cuando en esa lucha Ceballos tuvo de frente a Polonia sacó su espada para enfrentarse a ella. La cimarrona le lanzó dos dardos que Cebalos pudo llegar a cortar. Después sacó su macana, una anchísima espada, y le dijo:»a ver si me cortas esta». Pedro estaba muerto de miedo y sorprendido, aquella mujer estaba dispuesta a terminar con su vida y la del resto de mercenarios que aún quedaban vivos. Cuando Polonia lo acometió con su macana y estaba a punto de hacer desaparecer de la tierra al mercenario, éste le gritó: «¡Yo soy el cordobés, de la mejor tierra del mundo…, soy de tu patria, te estimo y haré que seas libre y que te dé hacienda el rey!».

Polonia cayó en el engaó, ordenó parar la batalla, reunió a todas las negras y les contó lo que Pedro le prometió. Decidieron dejar de pelear y bjaron sin armas a dialogar con Pedro. Éste las convenció y consiguió que todas embarcaran en las canoas del río Magdalena. Partieron con destino a Cartagena. Polonia estaba agradecida a Pedro, se sentía querida. Por fin los negros podrían vivir libres en aquel continente. Polonia miraba con ojos brillantes a Pedro, mientras él bajaba la cabeza y escondía su engaño, su amargura y la pasión que sentía por la cimarrona. Estaba a punto de entregar a las autoridades de Cartagena a la única mujer que el cura-mercenario había querido en su vida.

Y así ocurrió: nada más llegar las barcazas a Cartagena detuvieron a todas las negras. Se las repartieron entre Pedro y las autoridades y ¡cómo no!, la mismísima casa real se quedó con cuarenta. Alresto, las volvieron a poner en venta para ser de nuevo esclavas.

Subido por Ellis participante del Espacio de trabajo colaborativo para De biografías y videografías. Fuente: relato tomado del libro «Las Negras de la Inmaculada» de Jesús Cosano.

CRÉDITOS
 
Alumnado
Erica Costinela Badet
Eliel Gutierrez Rivera
Pedro Domínguez López
Davinia Artero Mancera
Iván Medén Mejías
Nayara Picón Aranda
Celia Ramos Rodríguez
 
Profesorado
Manuel Muñoz Navarrete
César A Rivas Fernández
 
Intermedia Producciones
 
Tekeando